Summer Camp Experience in the U.S of Valery..

El verano pasado, el 16 de julio de 2025, viví una experiencia que marcó mi vida: crucé por primera vez la frontera entre México y Estados Unidos. Fue una vivencia única. No hace falta decir que estar en otro lugar, lejos de casa por casi dos meses, “hace un cambio en tu persona”. Cambia el panorama, te culturiza, te reta y te impulsa a crecer. Yo lo llamo “ glow up” : ese desarrollo interior que ocurre cuando estás lejos, pero sigues siendo leal a ti misma. Tuve la oportunidad de ir a Stroudsburg, Pensilvania, cerca del bosque y las montañas, como parte del programa IENA MX, un intercambio para estudiantes y profesores en contacto con los idiomas. Desde que llegué al aeropuerto de Newark Liberty, sentí una especie de “instinto de supervivencia”: era la primera vez que viajaba sola y me comunicaba en otro idioma. En medio de esa incertidumbre, me sentí cerca de algo que, sin duda, transformaría mi vida para bien. Ver más allá de las fronteras Mi preparación académica fue clave. El Instituto de Estudios Superiores Dante Alighieri, donde curso actualmente el séptimo semestre, fue siempre un gran apoyo a este sueño. Me dio la oportunidad de “ver más allá de las fronteras, ver de frente las expectativas y cumplir tu propia realidad”. Gracias a materias como inglés, italiano, francés, historia de la literatura inglesa y lengua francesa, pude enfrentar con mayor seguridad los retos lingüísticos y culturales del campamento. Estas asignaturas fueron, para mí, “un instrumento para lo que vendría después”. Antes de llegar al campamento, pasamos por un pequeño pueblo cercano para recoger a otras chicas del staff. Me sorprendió la tranquilidad de las calles, la ausencia de tiendas en cada esquina como en México, y la calidez de las personas. Algunas intentaban hablar español, pero yo tenía un proyecto personal: “hablar en inglés”. Desde ese momento, todo era nuevo, como si estuviera en “otra dimensión donde se respiraba y se hablaba diferente”. 

Al llegar al campamento, me di cuenta de que era un lugar lleno de vida. Eran las 12:00 de la noche y las niñas aún jugaban y bailaban en la plaza frente al comedor. Había luciérnagas, un lago, salas de videojuegos, trampolines, una cabaña con helado y una sala audiovisual. El clima era cálido, pero sin llegar a ser agobiante. El ambiente tenía una serenidad encantadora, y la mayoría de las personas irradiaban amabilidad y calidez. El campamento era judío ortodoxo, exclusivo para niñas. También vivían allí familias residentes que formaban una comunidad muy unida. Las niñas venían de distintas partes del mundo, hablaban inglés, hebreo, francés, y algunas querían aprender español. Esta diversidad me permitió practicar inglés y francés, especialmente con mi roomie, originaria de Haití, con quien hablaba en francés —mi idioma favorito—. Me sentía feliz, tenía algo que compartir y ella también, éramos quienes más sabíamos francés de entre quienes estábamos allí. Mi trabajo estuvo en el área de cocina, dividida en zona roja y azul. La comida era kosher, y trabajábamos bajo la supervisión de una chef que también era judía, ella hablaba inglés y un poco de español. Preparábamos pan, ensaladas, pollo, pasta con queso, galletitas y mucha pizza. Un día la chef preparó planton y pensé que era guacamole. Me emocioné, y al explicarle cómo se hace el guacamole mexicano, ella lo preparó para el staff al día siguiente. Fue un gesto que me hizo sentir “vista, escuchada y conectada culturalmente”. El trabajo era constante, incluso algunos fines de semana, pero siempre en equipo. También apoyábamos en el comedor, ayudando con manteles y limpieza. Conversábamos en inglés con compañeros de cocina eran personas ya más grandes con familia propia que eran de Jamaica y Nueva York, hablaban inglés pues su vida era allí y entendían la fortaleza que eran los retos y luchar por sus ideales, eran buenas personas. Está práctica conversacional día a día fortaleció también mi fluidez y confianza. Las chicas del staff que íbamos por parte de IENA vivíamos en una cabaña cerca de los bunkers de familias activistas del camp. Conocí compañeras de Puebla, Oaxaca, Monterrey y Haití, todas con intereses lingüísticos similares. Cada viernes se celebraba el Shabbat, día de descanso y oración. Escuchábamos cantos, presenciábamos bailes y espectáculos como acróbatas, ferias y olimpiadas internas. Aunque por reglamento no podíamos interactuar directamente, éramos invitados a observar y aprender. Incluso el último grupo de apoyo en cocina incluía dos chicas de Israel que hablaban muy poco inglés, pero intentaban comunicarse conmigo. Querían ser mis amigas y me siguieron en TikTok, jaja.

También había niñas pequeñas que conversaban con nosotros durante las comidas, preguntando sobre México y nuestros juegos favoritos. Todas sabían hebreo desde pequeñas, y algunas aprendían francés e intentaban aprender español porque les agradábamos. Actividades fuera del camp El campamento organizó salidas memorables. Visitamos el parque de diversiones Dorney Park & Wildwater Kingdom, con juegos mecánicos, áreas acuáticas y montañas de agua. Me sentí como en una película —tipo ;Son como niños de Adam Sandler—, rodeada de naturaleza, animales como osos y ciervos, y autobuses escolares amarillos. También fuimos a American Dreams, una enorme plaza con tiendas, juegos y parque acuático. Desde allí, conocí la ciudad de Nueva York ya que nos pudimos desplazar de allí porque estaba a 20 min en carro la gran : Times Square, conocí Cebtral Park , y el American Museum of Natural History, un lugar donde se expone a gran escala la historia de la antropología de la humanidad. Para mí ver los edificios, las pantallas gigantes, la diversidad de personas y el arte antropológico fue impactante. Recorrí la mitad de Central Park, viajé en metro, tren, teleférico, visité Manhattan, estuve en la isla Roosevelt, vi la Grand Central y pude observar la ciudad de noche! Tan impresionante enserio, con luces y edificios que parecían tocar el cielo… Lo que más me gustó de esta experiencia fue que, a pesar de estar lejos de casa, pude identificar mi verdadera personalidad. Se presentía en mí “paz, fuerza, carácter y templanza”. Aprendí a responder con objetividad en inglés, a interactuar con mayor soltura y a vivir el idioma desde la práctica. Me encontré a mí misma en cada conversación, en cada paisaje, en cada gesto compartido. Agradezco esta oportunidad. “Creo que la verdadera experiencia es esa que vives y aprendes, la emprendes porque la sientes desde ti en el exterior, en el Ser, desde tu alma.” 

 Valery Andrea Morales Gallegos.  




L'estate scorsa, il 16 luglio 2025, ho vissuto un'esperienza che ha segnato la mia vita: ho attraversato per la prima volta il confine tra Messico e Stati Uniti. È stata un'esperienza unica. Inutile dire che stare in un altro posto, lontano da casa per quasi due mesi, "ti cambia". Cambia il panorama, ti fa crescere culturalmente, ti sfida e ti spinge a crescere. Io lo chiamo "glow up": quello sviluppo interiore che avviene quando sei lontano, ma rimani fedele a te stessa. Ho avuto l'opportunità di andare a Stroudsburg, in Pennsylvania, vicino al bosco e alle montagne, come parte del programma IENA MX, uno scambio per studenti e professori in contatto con le lingue. Dal momento in cui sono arrivata all'aeroporto di Newark Liberty, ho sentito una sorta di "istinto di sopravvivenza": era la prima volta che viaggiavo da sola e comunicavo in un'altra lingua. In mezzo a questa incertezza, mi sentivo vicina a qualcosa che, senza dubbio, avrebbe trasformato la mia vita in meglio. Vedere oltre i confini La mia preparazione accademica è stata fondamentale. L'Istituto di Studi Superiori Dante Alighieri, dove attualmente frequento il settimo semestre, è sempre stato un grande sostegno a questo sogno. Mi ha dato l'opportunità di "vedere oltre i confini, affrontare le aspettative e realizzare la tua realtà". Grazie a materie come inglese, italiano, francese, storia della letteratura inglese e lingua francese, ho potuto affrontare con maggiore sicurezza le sfide linguistiche e culturali del campo. Queste materie sono state, per me, "uno strumento per quello che sarebbe venuto dopo". Prima di arrivare al campo, siamo passati per un piccolo paese vicino per prendere altre ragazze dello staff. Mi ha sorpreso la tranquillità delle strade, l'assenza di negozi ad ogni angolo come in Messico e il calore delle persone. Alcune cercavano di parlare spagnolo, ma io avevo un progetto personale: "parlare in inglese". Da quel momento, tutto era nuovo, come se fossi in "un'altra dimensione dove si respirava e si parlava diversamente".

Arrivando al campo, mi sono resa conto che era un luogo pieno di vita. Erano le 12:00 di notte e le bambine giocavano e ballavano ancora nella piazza di fronte alla mensa. C'erano lucciole, un lago, sale di videogiochi, trampolini, una capanna con il gelato e una sala audiovisiva. Il clima era caldo, ma senza essere soffocante. L'ambiente aveva una serenità incantevole e la maggior parte delle persone irradiava gentilezza e calore. Il campo era ebreo ortodosso, esclusivo per ragazze. Lì vivevano anche famiglie residenti che formavano una comunità molto unita. Le bambine venivano da diverse parti del mondo, parlavano inglese, ebraico, francese e alcune volevano imparare lo spagnolo. Questa diversità mi ha permesso di praticare inglese e francese, specialmente con la mia coinquilina, originaria di Haiti, con cui parlavo in francese, la mia lingua preferita. Mi sentivo felice, avevo qualcosa da condividere e anche lei, eravamo quelle che sapevano più francese tra tutti quelli che erano lì. Il mio lavoro era nell'area della cucina, divisa in zona rossa e blu. Il cibo era kosher e lavoravamo sotto la supervisione di una chef che era anche ebrea, parlava inglese e un po' di spagnolo. Preparavamo pane, insalate, pollo, pasta con formaggio, biscotti e molta pizza. Un giorno la chef ha preparato planton e ho pensato che fosse guacamole. Mi sono emozionata e, spiegandole come si fa il guacamole messicano, lei lo ha preparato per lo staff il giorno dopo. È stato un gesto che mi ha fatto sentire "vista, ascoltata e connessa culturalmente". Il lavoro era costante, anche alcuni fine settimana, ma sempre in squadra. Aiutavamo anche in mensa, aiutando con le tovaglie e la pulizia. Conversavamo in inglese con i compagni di cucina, persone più grandi con una propria famiglia che erano originari della Jamaica e di New York, parlavano inglese perché la loro vita era lì e capivano la forza che erano le sfide e lottare per i propri ideali, erano brave persone. Questa pratica conversazionale giorno dopo giorno ha rafforzato anche la mia fluidità e fiducia. Le ragazze dello staff che andavamo da parte di IENA vivevamo in una capanna vicino ai bunker delle famiglie attiviste del campo. Ho conosciuto compagne di Puebla, Oaxaca, Monterrey e Haiti, tutte con interessi linguistici simili. Ogni venerdì si celebrava lo Shabbat, giorno di riposo e preghiera. Ascoltavamo canti, assistevamo a balli e spettacoli come acrobati, fiere e olimpiadi interne. Anche se per regolamento non potevamo interagire direttamente, eravamo invitati a osservare e imparare. Anche l'ultimo gruppo di supporto in cucina includeva due ragazze di Israele che parlavano molto poco inglese, ma cercavano di comunicare con me. Volevano essere mie amiche e mi hanno seguito su TikTok, ahah.

C'erano anche bambine piccole che conversavano con noi durante i pasti, chiedendo informazioni sul Messico e sui nostri giochi preferiti. Tutte sapevano l'ebraico fin da piccole e alcune imparavano il francese e cercavano di imparare lo spagnolo perché gli piacevamo. Attività fuori dal campo Il campo ha organizzato uscite memorabili. Abbiamo visitato il parco divertimenti Dorney Park & Wildwater Kingdom, con giostre, aree acquatiche e montagne d'acqua. Mi sono sentita come in un film (tipo ;Un weekend da bamboccioni di Adam Sandler), circondata dalla natura, animali come orsi e cervi e autobus scolastici gialli. Siamo anche andati ad American Dreams, un'enorme piazza con negozi, giochi e parco acquatico. Da lì, ho conosciuto la città di New York dato che potevamo spostarci da lì perché era a 20 minuti di auto la grande: Times Square, ho conosciuto Central Park e l'American Museum of Natural History, un luogo dove si espone su larga scala la storia dell'antropologia dell'umanità. Per me vedere gli edifici, gli schermi giganti, la diversità delle persone e l'arte antropologica è stato impressionante. Ho percorso metà di Central Park, ho viaggiato in metropolitana, treno, funivia, ho visitato Manhattan, sono stata sull'isola Roosevelt, ho visto la Grand Central e ho potuto osservare la città di notte! Così impressionante davvero, con luci ed edifici che sembravano toccare il cielo... Quello che mi è piaciuto di più di questa esperienza è stato che, nonostante fossi lontano da casa, sono riuscita a identificare la mia vera personalità. Si percepiva in me "pace, forza, carattere e temperanza". Ho imparato a rispondere con obiettività in inglese, a interagire con maggiore scioltezza e a vivere la lingua dalla pratica. Mi sono ritrovata in ogni conversazione, in ogni paesaggio, in ogni gesto condiviso. Ringrazio per questa opportunità. "Credo che la vera esperienza sia quella che vivi e impari, la intraprendi perché la senti da te all'esterno, nell'Essere, dalla tua anima."

 

Valery Andrea Morales Gallegos.

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