KAREN AMELIA VOLUNTARIA EN EUROPA
Mi experiencia en Bélgica:
En la primavera de 2024, el Gobierno del Estado de Tlaxcala, junto con el Instituto Tlaxcalteca de la Juventud, lanzó una convocatoria para realizar un voluntariado en el extranjero. Había opciones para viajar a cada uno de los cinco continentes; sin embargo, mi sueño siempre fue ir a Europa, ya que estudio las cuatro principales lenguas del continente: inglés, italiano, francés y alemán. Hice mi registro, envié mis documentos con la ilusión de viajar y aprender, y fui aceptada. Compré mi boleto de avión, preparé mis maletas y tomé ese vuelo hacia un país mágico: Bélgica.
Mi voluntariado estuvo enfocado en la cocina orgánica y la permacultura, junto con jóvenes de diferentes partes del mundo: Turquía, Francia, Alemania, Bélgica y Noruega. En este país me adentré en su cultura y tradiciones, ya que los dueños del campamento eran belgas y nos ofrecían una perspectiva auténtica de su estilo de vida. Las actividades eran dinámicas y divertidas, con una comunicación clara desde el inicio, lo cual fomentaba la armonía y el respeto entre todos los integrantes. Se determinó una lengua común para comunicarnos (el inglés) y así evitar malentendidos. La inmersión cultural también incluía la convivencia con personas de la comunidad, con niños y con otros voluntarios. La rutina cambiaba constantemente. Las actividades eran en pareja o en grupo, y siempre rotatorias para poder convivir con cada participante. Entre ellas se incluían: lecturas, comentarios sobre las tareas del día, cocinar, hornear, construir en el granero, recolectar frutos, jugar con animales, entre otras. Uno de los principales propósitos del voluntariado era que los participantes conocieran el país al que viajaban, no solo a través del trabajo, sino también de la exploración cultural. En nuestro caso, visitamos las ciudades de Gante y Bruselas. La primera salida grupal fue a la bella y medieval ciudad de Gante, donde pudimos pasar la noche gracias a la organización del campamento y disfrutar de una de las fiestas más grandes y tradicionales de Europa: las Gentse Feesten, una celebración llena de color, música y cultura flamenca. Esta ciudad se encuentra en la parte norte del país, por lo que su lengua principal es el neerlandés, aunque nosotros nos comunicamos en inglés sin dificultad. La segunda ciudad que visitamos fue Bruselas, la capital. La lengua que usábamos era el francés. En esta ocasión realizamos una visita de un solo día, recorriendo sus lugares más turísticos y degustando los famosos manjares belgas, como las papas fritas, los waffles y la cerveza. Esta experiencia no solo me permitió practicar los idiomas que estudio, como el francés e inglés, sino también comprender mejor la diversidad cultural europea. Volver de Bélgica fue regresar con una nueva perspectiva del mundo y con el deseo de seguir aprendiendo de otras culturas.
Mi experiencia en Italia
Para mi tercer año de universidad, decidí postular nuevamente al programa “Tlaxcaltecas por el Mundo”, esta vez con un destino diferente: Italia. En ese momento de mi carrera, ya tenía un nivel B1 de italiano, lo que me permitiría comunicarme fácilmente por las calles de Milán o Roma. Volví a postularme, eligiendo como primera opción Italia, y fui aceptada. Preparé mis maletas para vivir un caluroso y divertido verano. Llegué a Milán unos días antes del inicio de mi voluntariado, con el objetivo de aprender a moverme en tren y entre ciudades. Durante esos días reencontré a amigas de mi campamento anterior e hice nuevas amistades. El día del inicio del campamento, me dirigí al punto de reunión donde conocí al resto de los voluntarios. Fue un largo recorrido desde Milán hasta Novate Mezzola, el lugar donde comenzaría mi nueva aventura. Durante el trayecto pudimos apreciar los increíbles paisajes del Lago de Como y de ciudades como Lecco, entre otras. El tema principal de mi campamento fue la restauración de espacios naturales y la promoción del turismo ecosustentable. En el proyecto realizábamos actividades como reforestación, limpieza de áreas comunes frecuentadas por locales y turistas, entre otras. Además, participábamos en las tareas cotidianas de la casa donde nos hospedábamos, como ayudar en la cocina con Gianna, una mujer italiana que nos enseñaba a preparar platillos típicos de la región. Los campamentos son de tamaño reducido, lo que favorece una conexión más cercana entre los voluntarios. También se fomentaban actividades sociales, como juegos entre los voluntarios, reuniones con los habitantes del pueblo, quienes amablemente nos abrían las puertas de sus hogares y nos ofrecían comida en agradecimiento por nuestra labor. Asimismo, convivíamos con turistas internacionales que visitaban San Giorgio, a quienes explicábamos el motivo de nuestra presencia y nuestras actividades. La interacción con los locales fue una de las experiencias más gratificantes, pues nos recibieron con calidez, curiosidad y hospitalidad, además de unos pasteles de castañas de la región. Durante los días libres realizamos excursiones y senderismo, recorriendo los impresionantes Alpes italianos, con sus riachuelos, montañas y bosques verdes interminables. También exploramos antiguos túneles que en el pasado unían a las comunidades vecinas, permitiéndonos descubrir la historia y la vida local de la región. Durante el voluntariado, nos comunicábamos principalmente en inglés, ya que los voluntarios veníamos de muchas partes del mundo. Sin embargo, la comunicación con los locales y turistas era siempre en italiano. Nuestros compañeros italianos nos ayudaban con la interacción con nativos, pues algunos hablaban en el dialecto de la región, pero siempre de una forma amable e incluyente. Esta experiencia en Italia me permitió no solo practicar mi italiano en un contexto real, sino también comprender la importancia de la sostenibilidad y el trabajo en comunidad.
La mia esperienza in Belgio:
Nella primavera del 2024, il Governo dello Stato di Tlaxcala, insieme all'Istituto Tlaxcalteca della Gioventù, ha lanciato un bando per svolgere un volontariato all'estero. C'erano opzioni per viaggiare in ognuno dei cinque continenti; tuttavia, il mio sogno è sempre stato andare in Europa, dato che studio le quattro principali lingue del continente: inglese, italiano, francese e tedesco. Ho fatto la mia registrazione, ho inviato i miei documenti con l'illusione di viaggiare e imparare, e sono stata accettata. Ho comprato il mio biglietto aereo, ho preparato le valigie e ho preso quel volo verso un paese magico: il Belgio.
Il mio volontariato era incentrato sulla cucina biologica e la permacultura, insieme a giovani di diverse parti del mondo: Turchia, Francia, Germania, Belgio e Norvegia. In questo paese mi sono addentrata nella sua cultura e tradizioni, dato che i proprietari del campeggio erano belgi e ci offrivano una prospettiva autentica del loro stile di vita. Le attività erano dinamiche e divertenti, con una comunicazione chiara fin dall'inizio, il che favoriva l'armonia e il rispetto tra tutti i partecipanti. È stata determinata una lingua comune per comunicare (l'inglese) e così evitare malintesi. L'immersione culturale includeva anche la convivenza con persone della comunità, con bambini e con altri volontari. La routine cambiava costantemente. Le attività erano in coppia o in gruppo, e sempre a rotazione per poter convivere con ogni partecipante. Tra queste si includevano: letture, commenti sui compiti del giorno, cucinare, infornare, costruire nel granaio, raccogliere frutti, giocare con animali, tra le altre. Uno dei principali propositi del volontariato era che i partecipanti conoscessero il paese in cui viaggiavano, non solo attraverso il lavoro, ma anche attraverso l'esplorazione culturale. Nel nostro caso, abbiamo visitato le città di Gand e Bruxelles. La prima uscita di gruppo è stata nella bella e medievale città di Gand, dove abbiamo potuto passare la notte grazie all'organizzazione del campeggio e godere di una delle feste più grandi e tradizionali d'Europa: le Gentse Feesten, una celebrazione piena di colore, musica e cultura fiamminga. Questa città si trova nella parte nord del paese, quindi la sua lingua principale è l'olandese, anche se noi ci comunicavamo in inglese senza difficoltà. La seconda città che abbiamo visitato è stata Bruxelles, la capitale. La lingua che usavamo era il francese. In questa occasione abbiamo fatto una visita di un solo giorno, percorrendo i suoi luoghi più turistici e degustando le famose prelibatezze belghe, come le patatine fritte, i waffle e la birra. Questa esperienza non solo mi ha permesso di praticare le lingue che studio, come il francese e l'inglese, ma anche di comprendere meglio la diversità culturale europea. Tornare dal Belgio è stato tornare con una nuova prospettiva del mondo e con il desiderio di continuare ad imparare da altre culture.
KAREN AMELIA RUEDA VARGAS
La mia esperienza in Italia
Per il mio terzo anno di università, ho deciso di candidarmi nuovamente al programma "Tlaxcaltecas por el Mundo", questa volta con una destinazione diversa: l'Italia. In quel momento della mia carriera, avevo già un livello B1 di italiano, il che mi avrebbe permesso di comunicare facilmente per le strade di Milano o Roma. Mi sono candidata di nuovo, scegliendo come prima opzione l'Italia, e sono stata accettata. Ho preparato le mie valigie per vivere un'estate calda e divertente. Sono arrivata a Milano alcuni giorni prima dell'inizio del mio volontariato, con l'obiettivo di imparare a muovermi in treno e tra le città. Durante quei giorni ho ritrovato amiche del mio campeggio precedente e ho fatto nuove amicizie. Il giorno dell'inizio del campeggio, mi sono diretta al punto di incontro dove ho conosciuto il resto dei volontari. È stato un lungo percorso da Milano a Novate Mezzola, il luogo dove sarebbe iniziata la mia nuova avventura. Durante il tragitto abbiamo potuto apprezzare gli incredibili paesaggi del Lago di Como e di città come Lecco, tra le altre. Il tema principale del mio campeggio è stato il ripristino di spazi naturali e la promozione del turismo ecosostenibile. Nel progetto realizzavamo attività come riforestazione, pulizia di aree comuni frequentate da locali e turisti, tra le altre. Inoltre, partecipavamo alle attività quotidiane della casa dove alloggiavamo, come aiutare in cucina con Gianna, una donna italiana che ci insegnava a preparare piatti tipici della regione. I campeggi sono di dimensioni ridotte, il che favorisce una connessione più stretta tra i volontari. Si promuovevano anche attività sociali, come giochi tra i volontari, riunioni con gli abitanti del paese, che gentilmente ci aprivano le porte delle loro case e ci offrivano cibo in ringraziamento per il nostro lavoro. Allo stesso modo, convivevamo con turisti internazionali che visitavano San Giorgio, ai quali spiegavamo il motivo della nostra presenza e le nostre attività. L'interazione con i locali è stata una delle esperienze più gratificanti, poiché ci hanno accolto con calore, curiosità e ospitalità, oltre a delle torte di castagne della regione. Durante i giorni liberi abbiamo fatto escursioni e trekking, percorrendo le impressionanti Alpi italiane, con i loro ruscelli, montagne e boschi verdi senza fine. Abbiamo anche esplorato antichi tunnel che in passato univano le comunità vicine, permettendoci di scoprire la storia e la vita locale della regione. Durante il volontariato, comunicavamo principalmente in inglese, dato che i volontari venivamo da molte parti del mondo. Tuttavia, la comunicazione con i locali e i turisti era sempre in italiano. I nostri compagni italiani ci aiutavano con l'interazione con i nativi, poiché alcuni parlavano nel dialetto della regione, ma sempre in modo gentile e inclusivo. Questa esperienza in Italia mi ha permesso non solo di praticare il mio italiano in un contesto reale, ma anche di comprendere l'importanza della sostenibilità e del lavoro in comunità.
Karen Amelia Rueda Vargas
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